Hoy, como ayer. El horizonte eterno, las mañanas fugaces, los latidos motivados por el silencio de la huída. La inteligencia del cerebro dormida en un rincón. El alma que ambiciona al paraíso y la ola que rueda ignorando el porqué. Voz incesante que habla con el mismo tono, gota monótona que cae sin plantearse jamás parar. Hoy, como ayer. Las cosas siguen como las dejé. El perfume junto al cepillo del pelo. El plato de la cena anterior continúa esperando a quedar reluciente. Los coches son guiados con prisas y las nubes se mueven en el cielo. El sol, como acostumbra, no deja de salir cada 24 horas, todos los días. Las flores guardan aún su perfume y el aire se mueve por la fuerza del viento. Hoy todo continúa tal y como fue dejado ayer. La única diferencia entre el día que pasó y el que está por terminar radica en los segundos que faltan para algo, o los que se alejan de lo que sucedió.
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