Somekindoftrouble

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sábado, 28 de enero de 2012

FACE IT!

Es entretenido ver a la gente paseando por la calle. Ajenos a todo. O cavilando sobre aquello que más les atormenta. Me encanta ver a la gente caminando por ahí. Contemplar lo absolutamente desconocidos que son. Sentir, con su mirada, lo que piensan y sentir como si pudiéramos leer su mente. Aunque, sin duda, lo más caótico es pensar que haya alguien por ahí que se aventure a hacer lo mismo con nuestras asustadas expresiones. La cara es, indudablemente, el espejo del alma. En mi caso particular es una tarea pendiente. Todo lo que pienso mi cara lo refleja. Como si no tuviera ningún tipo de control sobre ella. O lo que es aún peor, como si quisiera que supieran lo que pienso sin necesidad de pasar el mal trago de darlo a conocer. A veces cuesta dios y ayuda decir las cosas. Digámoslo claramente, vivimos en una sociedad de auténticos cobardes. Todo nos asusta. A todo tenemos miedo. E incluso nos produce auténtico pánico. Como si de los últimos segundos abordo de un barco que naufraga se tratara. Aconsejamos al mundo que saquen su valentía a flote, que la den a conocer. Es más, nos atrevemos con un “quien no arriesga no gana”. Y entonces cavilamos y ponemos sobre la mesa cuántas veces hemos puesto en práctica aquello que sin tapujo alguno nos permitimos predicar, evidentemente estas brillan por su ausencia. Intentamos convencer a los demás de ello, pero somos los primeros a los que no nos sale la voz o nos tiemblan las manos cuando queremos dar a conocer aquello que podrá cambiar indefinidamente el curso de una historia. ¿Cómo saber que lo que podemos ganar supera con creces aquello que podremos perder? ¿Cómo entender que aventurarse será algo más que positivo? Ahora diría: si no arriesgamos jamás lo sabremos. Pero, evidentemente, no haría más que evidenciar lo que recogen las líneas expuestas. Cobarde.


domingo, 22 de enero de 2012

sometimes words aren't enough


De repente, esa terrible sensación no deja de correr por nuestras venas. Quema cada palmo de nuestro ser. Destruye todo lo que durante tanto tiempo construimos. Es un sentimiento aniquilador. La imagen más psicópata de la ilusión frustrada. La imposibilidad de expresarlo con palabras lo hacen aún más potente. Rompe todos los límites de lo conocido, de la alegría, de la felicidad. Se aleja bastante de cualquier ganas de diversión. Es lo más cercano que he estado de aquello a lo que llaman suicidio emocional. Ignorar que significa exactamente este término no me impide utilizarlo cuando me plazca y este es el momento en el que quiero sacarlo de mi cartera escasa de billetes capaces de expresar cualquier sensación. Continuar buscando el detonante de este hecho es ya una causa perdida. ¿Las consecuencias? Son inexplicables. No se pueden redactar. ¿Las sensaciones?, más de lo mismo. Supongo que hace falta vivirlo para entender la impotencia y la rabia que supone no poder plasmar lo que tanto nos corroe por dentro. Puede sonar exagerado. De hecho, tal vez lo sea. Todo sabe peor cuando el sol se oculta. Todo se ve diferente, más negro, tanto metafórica como literalmente hablando. Ya no podemos hacer nada para ver la luz del sol, continuando con esa mezcla entre realidad y metáfora. Duele. Solo se puede decir eso. Todo lo demás no posee palabras que lo clasifiquen. Su realidad está sometida al mundo interno de las personas como si del alma kantiana se tratara. No hay cabida en ningún mundo externo. Sea quien sea quien lo intente extraer. Ni siquiera el sujeto conocedor de esta desgracia sabe a lo que se enfrenta, y mucho menos sabe pues cómo ofrecerlo al mundo de manera que otros seres puedan entenderlo. Aunque no podrán. Quizás se hagan una idea, juzguen o critiquen. Pero no serán jamás capaces de sentir lo que es propio de una situación tan extraña como puede llegar a ser esta. Te encuentras perdido en el mundo y por un momento -que parece no tener fin- esto es todo lo que sientes. Tal vez mañana resulte una exageración de un sentimiento que crece a medida que se acerca la hora para ir a la cama. De momento, me conformo con maldecirlo y odiarlo hasta la saciedad. 


viernes, 13 de enero de 2012

easy, girl, easy!


 Y así, tan rápido como un depredador se lanza hacia su presa, va recorriendo nuestro cuerpo. Aquello que nos atrevemos a denominar comúnmente ira. Rabia. Desesperación. Enfado. Y acudiendo al coloquialismo más pagano, cabreo. Notamos como recorre cada una de nuestras venas, de nuestras terminaciones nerviosas, de nuestras neuronas, cada rincón de nuestro desconcertado ser. Como si la furia fuera en aumento. Algo así como si se alimentara de todo ello y creciera mientras avanza a pasos agigantados y atormentadores que conseguirían asustar a cualquiera que se declarara no temerario de la muerte. Yo reconozco que mi carácter viola todas las directrices y las maneja sin control. Pero soy capaz de poner la mano en el fuego y de afirmar que todo el mundo ha sentido esas ganas lujuriosas de matar a alguien, o al menos, de jugar con alguien como si de un saco de boxeo o una pelota de fútbol se tratara. La cuestión es que tengo la esperanza de que cada uno de los seres humanos que pueblan la tierra, hayan sentido alguna vez en su vida esa necesidad de soltar la adrenalina acumulada en cada palmo de sus hambrientos cuerpos. La receta más acertada no existe. Hay que conformarse con la duda del desconocimiento. Del no saber. El propio Sócrates afirmó que el conocimiento comienza cuando empezamos a reconocer lo ignorantes que somos “solo sé que no sé nada”. Pero ello no basta. Está claro que no es lícito, y mucho menos legal, descargar contra un ser humano. Aunque mis deseos descontrolados se empeñen en dictarme lo contrario. Yo quiero a alguien con quien descargar mis más incontrolados pensamientos e inquietudes. ¡Imagínalo! Sería como un pequeño gran orgasmo múltiple. Dicho esto, marcho a buscar a alguien que sacie mi furia.