invítame otra vez

Existen ciertas conductas que pueden resultar un riesgo para nosotros. Nos pasamos el día vagabundeando como residentes en un país extranjero. Deseamos tener un folleto que nos que explique todo lo que hacemos en nuestra vida. Esperamos tener una guía que nos indique el siguiente paso. Sin embargo, somos como recién nacidos que se comportan como auténticos inexpertos ante nuevas situaciones. La gente nos asusta, su comportamiento nos da miedo porque por muy predecibles que digamos los seres humanos que somos, lo cierto es que cada nuevo acto se aleja bastante de lo que esperábamos de él.  Pasamos horas analizando una situación, pensado que podría haber pasado o qué pasará. Perdemos nuestras valiosas horas tratando de averiguar qué hará ahora y cuánto tiempo tendremos que esperar para ver el fruto de sus decisiones. Allí estaba yo, esperando esa llamada, agarrada al móvil mientras trataba de conciliar el sueño. ¿Qué sentido tenía esperar desesperadamente a que se dignara a hablarme? ¿Era yo digna de una explicación? ¿Era justo que fuera tachado de cobarde por mi parte? Pensé que esta vez sería diferente, pero nunca nada es diferente. A pesar de que mi orgullo me impidió mandarle el mensaje que tanto quería escribir, me pasé los días deseando que se cruzara conmigo para decirme lo que yo tanto ansiaba a oír. Nunca sucedió y ya lo he dado por perdido.